Yo podría haber sido otro, padre,
¿usted sabe?
Nadie me dijo que aquí, muerto,
con este traje que llega hasta el piso
no era yo mismo.
Quisiera creer que no todos padecen
lo que yo. Nadie calza estos zapatos
a destiempo, este manto de ceniza
que echara a volar como una mariposa
buscando alimento entre mis ruegos.
Claro que me pregunto qué hago de estas flores
cada vez que se me seca una en el florero,
que quisiera saber por qué el aire del muro
se queda como una piedra y no lo derriba.
Este es un infierno habitado por ángeles:
por una parte, es casi racional que aquí nadie
pueda volar; por otro lugar,
todo arde en el viento de este calor inmenso.
Yo hubiera permanecido aquí,
sentado en estos fresnos, padre,
tocando la tierra que sembrarán mis hijos,
juntando los racimos de piel que nadie levanta:
humanos en mis huellas, frutas de estos árboles,
semillas digeridas por los insectos de Quarently.
Pero la esperanza es más un animal
que una serie de pastos secos y campos,
porque come de ellos, porque pisa sobre ellos.
Si Ud. me lo hubiera dicho todo, padre,
así habría pasado la vida,
mirando a ese animal que se devora a sí mismo.
Del libro Desnudos en Quarently, "Los muros".
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